24/10/17

Reanudación, de Alain Robbe-Grillet

La reprise, la reanudación, la continuación.

Véase Las gomas.
Véase también Repetición, Gjentagelsen, de Søren Kierkegaard

Las novelas de Robbe-Grillet, también los guiones realizados para películas, hacen continuas referencias a otras obras. Reanudación no es en este sentido una excepción. Es un ejercicio de reescritura de Las gomas, a su vez basada en una famosa obra que me niego a revelar, aunque la influencia, el juego, sea conocido. Pero este ejercicio pasa por el tamiz de otras dos novelas, Repetición de Kierkegaard y Lolita de Nabokov, pero de forma que todo el entramado narrativo se sustenta en ellas y al mismo tiempo las pervierte.

Empecemos cronológicamente.
En Repetición Kierkegaard emplea a un narrador llamado Constantino Constantius (nótese la repetición del nombre, recurso que empleará Nabokov con su Humbert Humbert). Este narrador, frío y cerebral, contrasta con el poeta innominado, cuyas contradicciones amorosas son el eje del relato, de quien, de alguna manera poco útil, C.C. Ejerce de tutor sentimental (o erótico que diría K.) En realidad, las vicisitudes del poeta cuyo nombre se elude son las del propio Kierkegaard y reflejan las emociones que el propio autor sentía en su relación con Regina Olsen, el amor de su vida, a la que conoció cuando ella tenía 15 años y con la que se comprometió tres años después. El noviazgo duró algo menos de un año y las causas de la ruptura creo que se expresan en Repetición, aunque es bastante posible que se trate de una literaturalización de unos sentimientos complejos.
Resalto la edad de Olsen por lo que ello implica en la novela de Robbe-Grillet.

La esperanza es una encantadora muchacha que, irremisiblemente, se le escurre a uno entre las manos. El recuerdo es una vieja mujer todavía hermosa, pero con la que ya no puedes intentar nada en el instante.
Repetición, Søren Kierkegaard

La tesis de la novela de Kierkegaard sería esta:

Todo el mundo sabe que cuando los Eleatas negaron el movimiento, Diógenes les salió al paso como contrincante. Digo que «les salió al paso», pues en realidad Diógenes no pronunció ni una sola palabra en contra de ellos, sino que se contentó con dar unos paseos por delante de sus mismas narices, con lo que dejaba suficientemente en claro que los había refutado.
Algo semejante me ha acontecido a mí mismo, por cuanto hacía ya bastante tiempo que me venía ocupando, especialmente en determinadas ocasiones, el problema de la posibilidad de la repetición y de su verdadero significado, si una cosa pierde o gana con repetirse, etcétera, hasta que un buen día se me ocurrió de repente la idea de preparar mis maletas y hacer un viaje a Berlín. Puesto que ya has estado allí una vez, me dije para mis adentros, podrás comprobar ahora si es posible la repetición y qué es lo que significa. En mi propia casa, y dentro de las circunstancias habituales, me sentía como estancado en torno a este problema, que por cierto, dígase lo que se quiera sobre el mismo, llegará a jugar un papel muy importante en la nueva filosofía. Porque la repetición viene a expresar de un modo decisivo lo que la reminiscencia representaba para los griegos. De la misma manera que éstos enseñaban que todo conocimiento era una reminiscencia, así enseñará también la nueva filosofía que toda la vida es una repetición. Leibniz ha sido el único filósofo moderno que lo ha barruntado. Repetición y recuerdo constituyen el mismo movimiento, pero en sentido contrario. Porque lo que se recuerda es algo que fue, y en cuanto tal se repite en sentido retroactivo. La auténtica repetición, suponiendo que sea posible, hace al hombre feliz, mientras el recuerdo lo hace desgraciado, en el caso, claro está, de que se conceda tiempo suficiente para vivir y no busque, apenas nacido, un pretexto para evadirse nuevamente de la vida, el pretexto, por ejemplo, de que ha olvidado algo.


Repetición, Søren Kierkegaard

Así el narrador de Kierkegaard se dirige a Berlín buscando comprobar la validez de sus tesis sobre la repetición. Se aloja en un hotel de la Gendarmenplatz.

El protagonista de Reanudación se dirige a Berlín, en 1949 y allí le conducen a la misma habitación, que en esta ocasión tiene una placa con las iniciales J.K., en que se había alojado Constantino Constantius. La descripción de los muebles y los objetos de la habitación es idéntica a la que hace Kierkegaard, con la salvedad de la decrepitud propia de los cerca de 110 años que han pasado entre ambas.
Aquí Robbe-Grillet hace trampas. Dice sobre lo que se ve desde la ventana (desde el mismo sillón tapizado de rojo en el que se sentó Constantius-Kierkegaard:

Franz Kafka la contempló [la plaza] largo y tendido, hace justo un cuarto de siglo, cuando vivía en las casas aledañas, en compañía de Dora Dymant, el último invierno de su corta vida. Wilhelm von Humboldt, Heine y Voltaire vivieron también en esta Gendarmerie Platz.

Es cierto que con anterioridad menciona que Kierkegaard consideraba la Gendarmenplatz la más bonita de Berlín, pero elude mencionar que se alojó en esa misma habitación. En este fragmento aparece una de las primeras peculiaridades de la novela. Lo que estamos leyendo, al menos en principio, es una especie de informe que el protagonista, cuyo nombre va cambiando a lo largo de la novela (Henri Robin, HR, Ascher, Boris Wallon, Wall, Mathias Franck... hasta el nombre final) elabora para la organización secreta o servicio de información o agencia de espías, para la que trabaja. Este informe va a ser apostillado en numerosas ocasiones por alguien, en principio un superior en la organización, cuyas observaciones ponen en duda al narrador principal. En este momento aparece para indicar que es imposible que sea “ hace justo un cuarto de siglo”, sino que se trataría de veintiséis años exactamente. Ninguna mención a Kierkegaard. ¿Omisión deliberada o ignorancia? Este lector del informe va a cuestionar muchas de las cosas que el narrador principal revela, intentando que no creamos lo que nos dice, pero desde su primera intervención debemos dudar de la credibilidad del lector del informe como contra-narrador.
De hecho esta es uno de los principales temas de la novela de Robbe-Grillet, la repetición, la duplicación.
Se inicia así:

Aquí, pues, reanudo, y resumo. Durante el interminable trayecto en tren que, partiendo de Eisenach, me conducía hacia Berlín a través de la Turingia y la Sajonia en ruinas, vi, por primera vez desde hacía muchísimo tiempo, a ese hombre al que llamo mi doble, para simplificar, o bien mi sosias, o también y de modo menos teatral, el viajero.


Toda la novela es una especie de duplicación de los escenarios, tramas y personajes que acontecían el Las Gomas, sustituyendo el tono policíaco de aquella por un entorno de espías en el Berlín de posguerra.
(Nota mental porque no tengo la primera novela a mano, ¿cronológicamente son anteriores los sucesos de Reanudación que los de Las gomas? De ser así, ¿qué reanuda esta novela?)

Esta duplicación nos lleva por terrenos que deberían ser re-conocidos, pero no son indispensables para entender en sí misma la novela. Si como lector me hubiese enfrentado antes a Reanudación que a Las gomas, mi asombro y admiración ante esta novela no hubiese sido diferente.
Pero al haber coincidido el orden de lectura con el de escritura me sorprendió la subtrama pornográfica que encierra Reanudación, que más que enlazarla con Lolita de Nabokov, lo hace con Historia de Ô, de Pauline Réage.
(Segunda nota mental: Javier, deja claro que has leído Historia de Ô por razones científico-literarias y no por otras más mundanas)

¿Por dónde iba?

Esa subtrama me chocó porque de alguna manera no coincidía con el espejo que hasta entonces estaba resultando ser la novela. Y porque para ser una historia que de alguna manera confronta la maldad del doble y la perversidad de las relaciones familiares, que es una de las facetas destacables de la historia, me dio la sensación de que el autor se recreaba innecesariamente en los detalles erótico-escabrosos de las escenas sadomasoquistas.

Y aquí Lolita. Gigi o Gegenecke, la niña de catorce años, que trabaja en una especie de burdel en el Berlín en ruinas de 1949, inocente y depravada, se convierte en un símbolo de la adulteración del relato. Su madre, Jo Kast (J.K.), había regentado (¿en Nantes, cerca de Nantes?) una librería en la que vendía lápices y gomas. Wallas, el protagonista de Las gomas, vuelve una y otra vez a una librería para, con la excusa de ver a la dependienta, comprar gomas de borrar. Humbert Humbert sabía que para llegar a Lolita debía casarse con la madre. Según se desprende de la lectura Wallas ya se ha casado con la madre y en Reanudación Wall, o su doble, se ve seducido por la hija. Entonces, sí Las Gomas era una reescritura de cierta obra de teatro, ¿es Reanudación la reescritura de esa “otra” obra de teatro relacionada con la primera? Esa obra que según George Steiner (copio de la wikipedia) condensa los cinco conflictos fundamentales que dan origen a todas las situaciones dramáticas, esto es los conflictos entre hombres y mujeres, entre la vejez y la juventud, entre la sociedad y el individuo, entre los seres humanos y la divinidad y entre el mundo de los vivos y el de los muertos.

O quizás Robbe-Grillet es consecuente con la obra que origina la primera de las dos novelas y más que una reanudación, Reanudación es un paso más hacia adelante. Un paso de un genial novelista que irrumpió con esta magnífica novela en el siglo XXI, compendiando la narrativa de todos los siglos anteriores.


Los fragmentos de Reanudación de la traducción de La reprise, de Javier Albiñana para Anagrama Editorial.
Los fragmentos de Repetición, Gjentagelsen, de Karla Astrid Hjelmstrom para JVE Psique. (Encontrado en internet)

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